El gato, siempre glamoroso y bien parecido, haciendo uso del tiempo de sobra que le dejaba su vida en la granja del granjero donde era tan solo un glamoroso y bien parecido gato, salió de paseo un día.
-Qué bello día- dijo- Y qué bello soy.
Se cruzó por el camino con el refinado casi-tan-glamoroso-armiño y le saludó con una ficticia efusividad.
-¡Querido armiño!-
El armiño, con una un-poco-más ficticia efusividad le respondió,
-Queridísimo gato!-
Y charlaron un buen rato haciendo uso del tiempo que tenían por ser las glamorosas y bien parecidas mascotas de las señoras de los granjeros de las granjas.
Al final, y tras haberse despedido con una relativamente-real-molestia pues se quedaban ya sin nada que hacer durante el resto de la tarde distinto a volver a la granja de sus respectivos granjeros y al regazo tibio de las señoras de los granjeros, el gato, haciendo uso de su no-tan-glamorosa-mollera empezó a pensar.
Y cuando su homólogo pseudo-amigo se encontraba a un buen trecho de distancia, emprendió una loca carrera para alcanzarle y decirle que ¡sí! que ¡sí! que claro que lo acompañaría que ¡ay, qué tontito soy! Que no había asistido a esa en particular sino a otra, de ¡quién lo recuerda! Ya lo había olvidado, vida tan alocada, ya no tenía tiempo para casi nada, que si no era esto era aquello que si no era esta era la otra que si no y que si sí y que entonces, pero que, en fin, sí sí sí claro que iría con él por supuesto queridisísimo amigo, claro.
Y al día siguiente fueron juntos, y tras haberse despedido nuevamente para volver a sus ciertamente encubiertas vidas de tedio, el gato andaba con un aún-más-pomposo aire que el del día anterior, ¿lo recuerdan?, antes de encontrarse con el armiño y saludarle con la ficticia efusividad.
-Jajaja- rió- Qué bello día, casi tan bello como yo.
Y, caray, se encontró, sí sí, ese es, claro, esa es la estampa ridícula y burda de ay no sí sí, el caimán.
-Hola gato- le dijo el caimán con una humildad característica, en parte debido a que la pesca estaba escasa en el río a la vuelta de la colina y el hambre lo acosaba y tenía que pedirle y rogarle al gato que por favor por favor le trajera un jamón o al menos las sobras de la comida en la granja o por lo menos las sobras de su comida, y para eso tenía que ser tremendamente, pero tremendamente paciente; en parte también porque hay seres así, a quienes se les enseñan ese tipo de tonterías, claro que uno tiene que fingir que tiene esas “cualidades” pero no tanto porque si no se vuelve uno comidilla de los animales del bosque y de las granjas y será molestado de por vida, y tendrá que pasar sus días con un ridículo (¿aún más?) topo ciego y rechoncho que pasa sus días excavando la tierra y tropezando con todos y cayendo en el río por equivocación, siendo rescatado por ese tonto caimán. O al menos eso pensaba el gato.
-Sí, en fin....hola.- dijo el gato.
-Hola gato. ¿Has pensado en lo que te dije? Tengo mucha mucha hambre y me preguntaba si podrías por favor traerme algo de comer.
-Jajaja, ¿tienes hambre? ¿Porqué no piensas en comerte al topo; carne jugosa, ¿no crees?-
-Vamos, gato por favor; ¿sabes? hace mucho no atrapo ni uno solo de los peces que corren río abajo pues quedan muy pocos y el Cocodrilo no me deja tocar ni uno solo-
-Oh, sí, el viejo Cocodrilo haciendo de las suyas de nuevo.-
-Por favor gato haré lo que quieras, lo que tú quieras-
Y el gato recordó al armiño y ta-ta, se le ocurrió una brillante, no no, magistral, no no majestuosísima idea.
-Pero claro-dijo el gato - claro que sí.
Y el gato le dijo que lo vería al día siguiente y que irían junto con el armiño (acompañante fatal para el Caimán pues el trato que este le daba era un-poco-más-despectivo que el de cualquier otro animal del bosque) a un lugar.
*
-La etiqueta,- dijo el pequeño perrito francés de delicado tamaño y porte y apariencia de connaisseur verdadero, sí sí con acento en la r, errrr, - es esencial.
El caimán, el armiño y el gato se sentaban al frente suyo.
-A través de la etiqueta, mes amis, el mundo es suyo y pueden tener lo que quieran. Monsieur Chat est venu déjà avec Monsieur Hermine a regocijarse en este bello y refinado paraíso.-
En efecto, habían asistido ya, ¿lo recuerdan?, cuando el gato había dicho que no... sabía ...exactamente ....que... era ...eso... pero pero que no sí sí que ya lo recordaba que sí que ¡ay tontuelo yo! Que claro que lo acompañaría.
Y el Caimán, a quien el gato le había dicho que lo acompañara y podría comer todo lo que hallare en la alacena de la granja , había ido, muy a su pesar, pues en las dos horas que llevaban, había tenido que caminar, sentarse y volverse a parar y no no así no es idiot!! Caimán stupide!! Y claro, el armiño y el gato felices y sonrientes burlándose del torpe caimán. Y el hiriente perrillo francés saltando de aquí para allá gritando con su aguda vocecita.
-El glamour les dará lo que quieran- decía el perrillo y el armiño y el gato asentían con total convicción.-Así, dans le monde ustedes podrán tener lo que quieran-
Y el Caimán, hambriento y triste, tan triste, entendió, por fin.
Y de tres bocados devoró al gato, al armiño y a Jean Luc el perrillo francés, a sabiendas de que lo que más quería en la vida era no sentir más hambre y que, ay, ¿qué había dicho?¿El pañito humedecido con agua caliente es para después de la cena?.... bueno ...pues... no importa ya.
Y salió de la perfumada cueva al caminito.
-Qué bello día- dijo y suspiró con melancolía.
-Qué bello día- dijo- Y qué bello soy.
Se cruzó por el camino con el refinado casi-tan-glamoroso-armiño y le saludó con una ficticia efusividad.
-¡Querido armiño!-
El armiño, con una un-poco-más ficticia efusividad le respondió,
-Queridísimo gato!-
Y charlaron un buen rato haciendo uso del tiempo que tenían por ser las glamorosas y bien parecidas mascotas de las señoras de los granjeros de las granjas.
Al final, y tras haberse despedido con una relativamente-real-molestia pues se quedaban ya sin nada que hacer durante el resto de la tarde distinto a volver a la granja de sus respectivos granjeros y al regazo tibio de las señoras de los granjeros, el gato, haciendo uso de su no-tan-glamorosa-mollera empezó a pensar.
Y cuando su homólogo pseudo-amigo se encontraba a un buen trecho de distancia, emprendió una loca carrera para alcanzarle y decirle que ¡sí! que ¡sí! que claro que lo acompañaría que ¡ay, qué tontito soy! Que no había asistido a esa en particular sino a otra, de ¡quién lo recuerda! Ya lo había olvidado, vida tan alocada, ya no tenía tiempo para casi nada, que si no era esto era aquello que si no era esta era la otra que si no y que si sí y que entonces, pero que, en fin, sí sí sí claro que iría con él por supuesto queridisísimo amigo, claro.
Y al día siguiente fueron juntos, y tras haberse despedido nuevamente para volver a sus ciertamente encubiertas vidas de tedio, el gato andaba con un aún-más-pomposo aire que el del día anterior, ¿lo recuerdan?, antes de encontrarse con el armiño y saludarle con la ficticia efusividad.
-Jajaja- rió- Qué bello día, casi tan bello como yo.
Y, caray, se encontró, sí sí, ese es, claro, esa es la estampa ridícula y burda de ay no sí sí, el caimán.
-Hola gato- le dijo el caimán con una humildad característica, en parte debido a que la pesca estaba escasa en el río a la vuelta de la colina y el hambre lo acosaba y tenía que pedirle y rogarle al gato que por favor por favor le trajera un jamón o al menos las sobras de la comida en la granja o por lo menos las sobras de su comida, y para eso tenía que ser tremendamente, pero tremendamente paciente; en parte también porque hay seres así, a quienes se les enseñan ese tipo de tonterías, claro que uno tiene que fingir que tiene esas “cualidades” pero no tanto porque si no se vuelve uno comidilla de los animales del bosque y de las granjas y será molestado de por vida, y tendrá que pasar sus días con un ridículo (¿aún más?) topo ciego y rechoncho que pasa sus días excavando la tierra y tropezando con todos y cayendo en el río por equivocación, siendo rescatado por ese tonto caimán. O al menos eso pensaba el gato.
-Sí, en fin....hola.- dijo el gato.
-Hola gato. ¿Has pensado en lo que te dije? Tengo mucha mucha hambre y me preguntaba si podrías por favor traerme algo de comer.
-Jajaja, ¿tienes hambre? ¿Porqué no piensas en comerte al topo; carne jugosa, ¿no crees?-
-Vamos, gato por favor; ¿sabes? hace mucho no atrapo ni uno solo de los peces que corren río abajo pues quedan muy pocos y el Cocodrilo no me deja tocar ni uno solo-
-Oh, sí, el viejo Cocodrilo haciendo de las suyas de nuevo.-
-Por favor gato haré lo que quieras, lo que tú quieras-
Y el gato recordó al armiño y ta-ta, se le ocurrió una brillante, no no, magistral, no no majestuosísima idea.
-Pero claro-dijo el gato - claro que sí.
Y el gato le dijo que lo vería al día siguiente y que irían junto con el armiño (acompañante fatal para el Caimán pues el trato que este le daba era un-poco-más-despectivo que el de cualquier otro animal del bosque) a un lugar.
*
-La etiqueta,- dijo el pequeño perrito francés de delicado tamaño y porte y apariencia de connaisseur verdadero, sí sí con acento en la r, errrr, - es esencial.
El caimán, el armiño y el gato se sentaban al frente suyo.
-A través de la etiqueta, mes amis, el mundo es suyo y pueden tener lo que quieran. Monsieur Chat est venu déjà avec Monsieur Hermine a regocijarse en este bello y refinado paraíso.-
En efecto, habían asistido ya, ¿lo recuerdan?, cuando el gato había dicho que no... sabía ...exactamente ....que... era ...eso... pero pero que no sí sí que ya lo recordaba que sí que ¡ay tontuelo yo! Que claro que lo acompañaría.
Y el Caimán, a quien el gato le había dicho que lo acompañara y podría comer todo lo que hallare en la alacena de la granja , había ido, muy a su pesar, pues en las dos horas que llevaban, había tenido que caminar, sentarse y volverse a parar y no no así no es idiot!! Caimán stupide!! Y claro, el armiño y el gato felices y sonrientes burlándose del torpe caimán. Y el hiriente perrillo francés saltando de aquí para allá gritando con su aguda vocecita.
-El glamour les dará lo que quieran- decía el perrillo y el armiño y el gato asentían con total convicción.-Así, dans le monde ustedes podrán tener lo que quieran-
Y el Caimán, hambriento y triste, tan triste, entendió, por fin.
Y de tres bocados devoró al gato, al armiño y a Jean Luc el perrillo francés, a sabiendas de que lo que más quería en la vida era no sentir más hambre y que, ay, ¿qué había dicho?¿El pañito humedecido con agua caliente es para después de la cena?.... bueno ...pues... no importa ya.
Y salió de la perfumada cueva al caminito.
-Qué bello día- dijo y suspiró con melancolía.
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